Hay un momento en que algo te pasa, tan fuerte y transformador, que te empuja a darte cuenta que en tu vida tenés que hacer lo que sentís, seguir pura y exclusivamente tus deseos pero sin lastimar a nadie. El tema es que muy probablemente eso - que se espera de vos - esté lejos de lo que aprendiste debías hacer o ser.
Es una especie de duelo porque se trata de aceptar y dejar ir un montón de mandatos para permitir preguntarte cosas básicas que siempre diste por aprendidas.
¿Quiero un laburo de oficina? ¿En serio esta es mi profesión para toda la vida? ¿Cuál es mi vocación? ¿Si los conociera hoy, volvería a elegir a todos mis amigos? ¿Cuál es mi hobby?
Para mí, eso fue y es Dublin. Hoy y en 2011. No es tanto la ciudad sino el momento y el concepto del lugar.
Por eso la amo tanto, no sólo porque es hermosa, tiene la mejor birra del mundo y gente súper amable. Sino porque tengo una conexión emocional. Porque ahí me di cuenta la diferencia entre ‘que te pase algo’ y ‘hacerte cargo’. Ahí me hice cargo de mis decisiones sin contemplar la mirada del otro y eso para mí es lo más parecido a la libertad.
Ni idea quien lo dijo pero es algo así: “Tenemos dos vidas; la segunda empieza cuando nos damos cuenta que solo tenemos una”.
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